Las 7 calas más bonitas de Alicante (que parecen sacadas de Grecia)
Share
Compra los looks en nuestra tienda, made with love in la Costa Blanca 💙
Si este año te has quedado con ganas de tirarte al sol al Egeo, la buena noticia es que puedes hacerlo sin salir de España. Vale, el Egeo realmente no es, pero en nuestra tierra tenemos calas que compiten directamente entre las playas más bonitas del Mediterráneo y no tienen nada que envidiar a Santorini.
Aguas turquesa, acantilados de postal, silencio (relativo) y ese paisaje que hace que mires dos veces para creértelo. Algunas están escondidas bajo acantilados, otras solo se pueden ver desde el mar. Pero todas tienen ese toque de postal de verano infinito.
Descubre las mejores calas de Alicante que no necesitan filtro de Instagram. Perfectas para una escapada diferente, para un plan sin multitudes o simplemente para enamorarte un poco más de la costa alicantina.
Eso sí: trae agua, escarpines… y no lo cuentes mucho.
1. Cala del Moraig (Benitatxell)
Si buscas ese tipo de cala que te hace sentir lejos (sin haberte ido tan lejos en realidad), Moraig es de las que no fallan. Está en el término municipal de Benitatxell, entre Moraira y Jávea, escondida al final de una carretera que parece no llevar a ningún sitio… hasta que, de repente, aparece el azul.
Esta cala es de grava gruesa y piedras, rodeada de acantilados altísimos que te aíslan del ruido (literalmente: no hay cobertura en muchas zonas). El mar tiene un color espectacular, con tonos turquesa y azul oscuro que cambian según la hora del día. Y lo mejor es que, aunque se ha hecho más conocida en los últimos años, sigue conservando ese aire salvaje.

Uno de los puntos más impresionantes es la Cova dels Arcs, una cueva natural formada por la erosión del mar, justo en un lateral de la cala. Es uno de los lugares más fotografiados de la zona, y no es para menos. Desde dentro de la cueva puedes ver el mar enmarcado por los arcos de piedra como si fuera una pintura. Si te animas a explorarla (con cuidado y buen calzado), la experiencia es de otro nivel.
Cómo llegar
Para llegar tendrás que ir en coche hasta la urbanización Cumbre del Sol y seguir las indicaciones hasta el parking de la cala. En temporada alta suelen poner control de acceso, así que lo mejor es llegar pronto. Desde el aparcamiento hay que bajar una carretera asfaltada con bastante pendiente. No es larga, pero luego hay que subirla.
Qué hacer en Cala del Moraig
- Snorkel: es uno de los mejores puntos de la zona. Hay mucha vida marina y el agua suele estar bastante clara.
- Fotos desde el mirador: antes de bajar a la cala hay varios puntos donde puedes parar y tener vistas espectaculares.
- Quedarte todo el día: lleva sombrilla, comida y agua. No hay chiringuito ni servicios, y eso es parte de su encanto.
Nuestro consejo: ve entre semana y, si puedes, evita agosto. Julio y septiembre son mucho más tranquilos. Lleva escarpines sí o sí: la entrada al agua es pedregosa, pero el baño merece la pena. Y si te gusta el mar al atardecer, quédate: los acantilados se tiñen de dorado y el sitio se queda en silencio
2. Cala Granadella (Jávea)
Es de las más conocidas, sí, pero eso no le quita ni un átomo de encanto. La Cala Granadella lleva años colándose en los rankings de “mejores playas de España”, y no es casualidad. Rodeada de colinas cubiertas de pinos, con aguas turquesa y esmeralda, y rocas doradas protegiéndola, es de esos sitios donde el Mediterráneo se siente al 100%.

Hace siglos, esta cala era uno de los puntos más vigilados de la costa por los constantes ataques de piratas berberiscos. De ahí la construcción del Castell de la Granadella, en lo alto del acantilado. Se usaba como puesto de defensa para proteger a los vecinos de Jávea y controlar el tráfico marítimo. Hoy queda poco más que una estructura de piedra… pero si cierras los ojos y escuchas el viento, todavía se siente algo.
Aunque en verano se llena (de turistas, piratas ya no tanto) fuera de temporada o a primera hora de la mañana sigue siendo un paraíso. Es el tipo de cala que parece hecha para el slow living: el agua está siempre en calma, el fondo marino tiene tonos verdes y azules mezclados, y los barcos fondeados al fondo le dan ese aire griego que buscamos.
Cómo llegar
Se accede fácilmente en coche. El camino baja serpenteando entre pinos y acaba directamente en un pequeño parking (que se llena muy rápido y hace que la gente deje el coche en el arcén de la carretera). En los meses de más afluencia, el acceso se controla y a veces hay que reservar con antelación o ir en lanzadera desde puntos más alejados.
Qué hacer en Cala Granadella
- Snorkel y kayak: la cala está rodeada de pequeñas cuevas marinas que se pueden explorar remando.
- Subir al mirador de la Granadella: a pie o en coche, para tener vistas panorámicas increíbles.
- Ruta al Castell de la Granadella: un antiguo fuerte del siglo XVIII construido para vigilar la costa de los ataques piratas. Está en ruinas, pero el paseo vale muchísimo la pena.
- A diferencia de otras calas más salvajes, aquí sí hay un par de bares para tomar algo, comer arroz o tomarte un café mirando el mar.
Si te animas a madrugar, llegar sobre las 8:30–9:00 te permite ver la cala casi vacía y con una luz suave que lo cambia todo. Y si vas en temporada alta, revisa si hay lanzadera activa para no llevarte sorpresas.
3. Cala Ambolo (Jávea)
De todas las calas de Alicante, Ambolo tiene algo especial. No es solo por su agua turquesa ni por su ubicación escondida entre acantilados. Es una combinación de historia, tranquilidad, belleza salvaje y ese punto de exclusividad que la hace única. De hecho, para mucha gente que la conoce bien, es la mejor cala de toda la Costa Blanca. Y podemos darles la razón.
El nombre viene de la Torre de Ambolo, una antigua torre de vigilancia del siglo XVI que todavía se mantiene en pie sobre la colina. Como ya te habrás dado cuenta, en aquella época los piratas más que del Caribe eran de la Costa Blanca, así que se construyeron estas torres para vigilar el horizonte y alertar a los pueblos cercanos. Hoy, ese mismo mar es el que relaja, hipnotiza y te invita a quedarte un rato más.
Ambolo tiene unos 300 metros de longitud y está formada por grava gruesa y piedra, lo que le da ese aspecto crudo y natural. Está protegida por enormes paredes de roca, por lo que incluso en días de viento el mar suele estar en calma = lugar perfecto para ir a nadar, leer, o simplemente dejarse llevar por el sonido de las olas.
Peeeero hay más: ¡Ambolo es una cala nudista! No es obligatorio, por supuesto, pero es habitual ver a gente tomando el sol sin ropa, especialmente en los laterales más apartados. Hay mucha privacidad, muy pocas miradas indiscretas, y un ambiente relajado y respetuoso. Aquí, cada uno está a su aire.
Qué hacer en Cala Ambolo
- Tomar el sol (vestido o no): gracias a su orientación y forma, siempre encuentras un rincón con buena luz y poca gente.
- Salto de acantilado: si te va la adrenalina, desde la pequeña isla puedes saltar al mar desde diferentes alturas. Es importante ir con escarpines y tener cuidado: las rocas pueden resbalar y no hay socorristas.
- Explorar en kayak: puedes llegar remando desde Cala Granadella, y de paso visitar En Caló o la Cova del Llop Marí, otras joyas cercanas.
- Simplemente desconectar: en Cala Ambolo no hay música, ni hamacas, ni bares. Solo mar, piedra, sol… y algún que otro desnudo 🤭
Cómo llegar
Para llegar, introduce en el GPS Calle Richard Wagner, Jávea. Aparcar puede ser complicado porque la zona es residencial y no hay parking habilitado como tal, así que te tocará dejar el coche bien pegado a un lateral y bajar andando unos 10 minutos hasta la cala.
Ahora bien: durante los meses de verano, el ayuntamiento limita el acceso por seguridad, debido al riesgo de desprendimientos en el camino. Si quieres ir por tierra, tienes dos opciones:
- Muy temprano por la mañana: si llegas antes de las 9:00, probablemente puedas entrar sin problema.
- Fuera de temporada alta: septiembre, octubre y hasta noviembre son meses ideales. Buen clima, agua caliente y cero agobios.
Otra alternativa es llegar por mar, ya sea en kayak o en alguna excursión guiada desde Granadella o Portixol. Así esquivas las restricciones y, además, disfrutas de la costa desde otra perspectiva.
Nuestro consejo: Ambolo es de esos sitios que hay que cuidar. Llévate todo lo que necesites: comida, agua, protector solar, una sombrilla y escarpines (muy recomendados por el tipo de suelo). Y llévate también toda tu basura. Aquí no hay papeleras, ni falta que hace si cada uno hace lo suyo.
4. Cala En Caló (Jávea)
Si te van los planes un poco más aventureros, Cala En Caló es para ti. Es una de las calas más escondidas (y menos conocidas) de la costa de Jávea. Y no es que sea difícil llegar… es que solo se puede acceder por mar. Literalmente.

No verás carteles, ni señalización desde tierra. De hecho, si no te lo dicen, puedes pasar por la costa sin imaginar que allí abajo hay una pequeña bahía de aguas turquesa, paredes verticales de piedra y un silencio que lo envuelve todo. Es de esos sitios que parecen sacados de una postal griega, pero mucho más auténtico porque —a diferencia de otras mencionadas anteriormente— aquí no hay nadie.
Qué hacer en Cala en Caló
No hay sombra, ni servicios, ni absolutamente nada más que roca, mar y cielo. Y eso es lo que lo hace tan especial.
En Caló es, por supuesto, un lugar ideal para el snorkel. Gracias a lo escondida que está, el agua se mantiene limpia y transparente casi todo el año. Hay bancos de peces, pequeños túneles submarinos, zonas más profundas si te alejas un poco… y ese fondo de piedra que hace que todo se vea como en una piscina natural.
Es una cala para estar, sin prisa. Para flotar, mirar hacia arriba y escuchar cómo el agua choca contra las rocas. Si el día está nublado o con algo de bruma, la sensación de aislamiento es total. Literalmente parece que estás en otro país.
Cómo llegar
La forma más habitual de llegar es en kayak o paddle surf desde Cala Granadella. Son unos 30-40 minutos de remada tranquila siguiendo la línea de la costa. También puedes unirte a una excursión guiada (hay varias en Jávea) que incluyen En Caló como parada secreta en rutas más largas.
Otra opción, si tienes barco o te apuntas a una excursión privada, es llegar navegando. Pero te avisamos: no hay embarcadero ni nada parecido. Tendrás que lanzarte al agua y nadar los últimos metros.
El esfuerzo merece la pena. Estás entrando en uno de los lugares más vírgenes de toda la Marina Alta.
Nuestro consejo: si vas en kayak, lleva calzado acuático, bolsa estanca para tus cosas, mucha agua, algo para picar y crema solar. No hay sombra ni puntos de escape rápidos: lo que entres, te lo llevas.
5. Cala Racó del Corb (entre Altea y Calpe)
Esta cala no sale en los rankings de playas más famosas, y eso es precisamente lo que la hace tan especial. Cala Racó del Corb está encajada en plena Sierra de Toix, entre Altea y Calpe, y es una de las más escondidas, salvajes y sorprendentes de toda la provincia. De hecho, hay quien dice que recuerda más a una cala griega que a una mediterránea al uso, con su roca clara, sus aguas limpias y esa sensación de estar metido en una especie de cueva abierta al mar.
La cala está rodeada de paredes verticales que parecen haber sido cortadas a cuchillo, y solo hay una forma de llegar hasta ella: bajando por un sendero empinado y rocoso que empieza en lo alto del peñón. No es un paseo, pero si estás mínimamente en forma y te apetece el reto, la recompensa es brutal.
Qué hacer en Cala Racó del Corb
Muy cerca del acceso a la cala se encuentra el famoso túnel ferroviario del Mascarat, una obra de ingeniería impresionante que une la costa con el interior de la provincia. Aunque no está conectado directamente a la cala, forma parte del imaginario de la zona: un paso entre montañas que es tan simbólico como físico. Muchos locales recuerdan historias de infancia en esta zona, cuando el túnel se cruzaba andando o en bici.
Nuestro consejo: ve con calzado de montaña o, al menos, muy resistente. Lleva mochila pequeña, agua y sombrilla si planeas quedarte varias horas (no hay sombra natural). La subida al volver puede hacerse pesada con el sol alto, así que lo mejor es ir a primera hora de la mañana o ya por la tarde.
¿Y si no te atreves con el sendero? También puedes llegar por mar desde Altea o Calpe en kayak o barca pequeña. La sensación de ir llegando por el agua, con los acantilados cerrándose poco a poco, es un planazo en sí mismo.
Cómo llegar
Tienes que dirigirte hacia la urbanización Mascarat, cerca del puerto deportivo Campomanes. Allí encontrarás un pequeño aparcamiento no señalizado (es más bien un descampado) desde el que arranca el camino a pie. El sendero no está muy bien indicado, es pedregoso, con bastante pendiente, y puede ser algo exigente a la subida.
Se tarda unos 15–20 minutos en bajar y algo más en volver. No es para todo el mundo, pero si te gustan las rutas con un poco de aventura, merece totalmente la pena.
¿Qué te espera abajo?
- Una cala de cantos rodados grandes, sin apenas construcciones a la vista.
- Agua increiblemente clara, ideal para nadar y hacer snorkel.
- Vistas al acantilado de Mascarat y la Isla de la Olla al fondo.
- Un ambiente completamente aislado, donde normalmente no hay más de dos o tres grupos.
No hay bares, ni socorristas, ni cobertura en muchas zonas. Es como haber entrado en un espacio fuera del tiempo.
6. Cala Palmera (Cabo de las Huertas)
Quien piense que cerca de Alicante solo hay playas grandes y abarrotadas, no conoce Cala Palmera. Es una de esas joyas escondidas que te hacen olvidar que estás a cinco minutos en coche de la ciudad. Aquí no hay chiringuitos, ni socorristas, ni música alta. Solo roca blanca, mar transparente y bastante silencio.
Cala Palmera forma parte del entorno natural del Cabo de las Huertas, un tramo de costa entre la Playa de San Juan y la Albufereta. Es un lugar de contrastes: tan accesible que puedes ir entre semana después del trabajo, pero tan tranquilo que parece otro mundo. Y visualmente tiene ese punto “isla griega” que buscamos en este artículo: rocas erosionadas, agua turquesa y vegetación baja golpeada por el sol.
No es la típica cala de postal. Aquí no hay arena ni tumbonas, pero eso es parte de su encanto. Lo que encuentras es autenticidad y espacio para estar a tu aire.
Qué hacer en Cala Palmera
- Al estar pegada a la ciudad, es ideal para planes improvisados sin tener que hacer una excursión larga.
- El ambiente es súper relajado: gente leyendo, haciendo yoga… nada de agobios.
- Caminar por el Cabo: puedes recorrer parte del Cabo de las Huertas a pie, pasando de cala en cala, con vistas al mar y a la ciudad.
- Tardeo tranquilo: ideal para llevar algo de picar y quedarte hasta que empiece a bajar el sol. Aquí, los atardeceres son largos y dorados.
Nuestro consejo: Si te animas a explorar, sigue caminando hacia el norte. Encontrarás otras calas pequeñas aún menos transitadas que Palmera.
Cómo llegar
La forma más fácil es aparcar por la Calle Océano, Calle Tridente o en los alrededores del restaurante La Cantera. Desde allí, verás senderos que bajan entre pinos y rocas. No hay señales oficiales, pero la gente local ya ha marcado el camino sin querer con el uso. La bajada es sencilla, sin pendientes extremas.
Hay varias calitas en la zona, así que si una está ocupada, puedes andar un poco más y encontrar otra con más espacio o mejor orientación según la hora.
7. Cala del Portitxol (Jávea)
Hay lugares que, por mucho que se hagan populares, no pierden su magia. Cala del Portitxol, también conocida como Cala Barraca, es uno de ellos. Desde las famosas casitas blancas con puertas azules hasta las vistas a la Isla del Portitxol, esta cala lo tiene todo para parecer sacada de una isla griega… pero con historia mediterránea propia.
No solo es bonita —que lo es, muchísimo—. También tiene algo de misterio. Hace poco, se encontraron monedas de oro del Imperio romano frente a la isla, justo en sus aguas. Uno de los mayores descubrimientos arqueológicos subacuáticos de los últimos tiempos en España. Como si el mar nos recordara que lleva siglos siendo ruta de paso, de descanso, y de tesoros que siguen ahí, esperando.
La cala está formada por grava gruesa, rodeada de naturaleza protegida, y tiene un ambiente que mezcla lo local con lo viajero. Puedes llegar y encontrarte a alguien haciendo paddle, una pareja desayunando en la terraza, y un grupo en silencio mirando la isla sin decir palabra. Hay algo que relaja de forma inmediata.
Qué hacer en Portitxol
- Desayunar o tomar algo en Cala Clemence: una terraza con vistas al mar, perfecta para arrancar el día con calma o para hacer tardeo con copa al atardecer.

- Darte a la fiebre dorada: con frecuencia se ven buzos en la zona, que se quedan hasta altas horas de la noche. Si los ves, ya sabes que están buscando alguna moneda que se haya escapado del tesoro.
- Escaparte a pie por los senderos cercanos: hay pequeñas rutas que bordean la costa y ofrecen una perspectiva espectacular de la cala desde arriba.
- Ir fuera de temporada y disfrutarla en silencio: cuando no hay gente, este sitio se transforma. Octubre, noviembre e incluso enero son increíbes.
Cómo llegar
Se encuentra en la carretera del Cabo de la Nao, con desvío señalizado hacia Portitxol / Barraca. En verano, el acceso en coche se regula por aforo, así que lo ideal es madrugar o ir en temporada baja. El último tramo es a pie, corto y fácil.